Despertar – Cuento

Cuando abrió los ojos se sintió  desorientado, la poca luz que iluminaba la habitación lo confundió aun más, no sabía si estaba amaneciendo o quizás anocheciendo. Estaba aun aturdido por el sueño tan profundo, se sentía como si no tuviera memoria, tampoco se preocupo por recordar algo, se sentía lo suficientemente laxado para no pensar mucho.

Intentó sentarse de golpe, pero su cuerpo no se lo permitió, estaba tan relajado que no podía, se echó rendido en lo que ya había identificado como su cama; un colchón suave lo acogió de espaldas, una sabana blanca le cubría medio cuerpo y su torso desnudo eran indicativos de un clima caluroso. Poco a poco sus sentidos se volvían a agudizar, un aroma a playa lo atraía y sin entender de dónde venía, se recostó contra una de las tantas almohadas que tenía en la cama. Hundió la cara en una almohada muy blanda y suave… analizó los olores, ese olor a playa, un poco de olor a bloqueador solar de coco y además un aroma familiar, suave, de mujer.

Se puso de costado mucho más confundido ahora, nada parecía tener sentido, su cama estaba impregnada de un olor maravilloso, pero el olor a playa venía con el viento, con el aire del lugar. Le encantaba el olor a verano. Siempre lo trasladaba a otros tiempos, otras épocas, incluso a algunos recuerdos que parecían sueños. La ventana de su cuarto estaba cubierta por una cortina semitransparente, se veía de un azul suave que ondeaba al compás del viento que la movía, parecía tomar forma, de pronto se calmaba, reposaba y volvía a nacer con cada bocanada de viento que entraba refrescando el lugar. Un leve murmullo del mar entraba por la ventana con cada bocanada y se sintió nuevamente en un sueño, cerró los ojos y prestó atención al momento. No había duda, estaba en un playa, relajado, tranquilo, y confundido…

No era una habitación grande, era más bien acogedoramente pequeña, las paredes blancas y un cuadro moderno adornaba una pared. La ventana ocupaba toda la pared lateral y un televisor se asomaba encima de un aparador. El equipo de música parecía prendido, pero no sonaba, era grande y los parlantes adornaban desde el suelo todos los rincones de la habitación. De pronto el ruido de la puerta lo puso en alerta y al voltearse la vio entrar. Veía una figura imponente acercándose… a cada paso se hacía más familiar. Ella estaba vestida con un pequeño vestidito blanco, casi pintado en un cuerpo que derramaba armonía. A medida que se acercaba, podía distinguir un rostro de ensueño. El aroma a café venía junto a ella, una taza de figuras que no podía distinguir estaba en una de sus manos echando un poco de vapor, que se distinguía entre la poca luz que iluminaba la habitación. Ella caminaba suelta, natural, mientras una sonrisa encantadora se asomaba en su angelical rostro. Se acomodaba los cabellos en un improvisado moño a una mano. Fue como si perdiera el habla, la veía, pero no lo creía, asumía nuevamente que aun no había despertado.

Ella se sentó junto a él y su olor confirmó que era el mismo que el de su almohada. Su piel estaba semi-bronceada, sus ojos brillaban y formando un gesto de ternura le dijo con una voz suave y extremadamente sensual:

– «Hola»

– (Silencio) – quedó aturdido, en completo silencio y su cara mostraba sorpresa.

– Ja ja ja – soltó una carcajada amigable, dejó en café en la mesa junto a la cama y le cogió la cara con ambas manos mientras acercaba más su cuerpo y le decía:

–  “No me digas que otra vez no te la terminas de creer…”

– “¿Creer?” – susurro él mientras recibía un tierno beso en la mejilla y se asfixiaba de placer, al sentir ese olor tan maravilloso.

– “Creer… sí” – mientras lo acomodaba otra vez en la cama y ella se recostaba a su lado le decía – “De tiempo en tiempo te despiertas así, tan lindo, y te aturde creer que aun vives en un sueño, un sueño que me has hecho realidad hace mucho tiempo ya y que vives aquí, así, junto a mi”.

Se acostó junto a él, casi aplastándolo, y los recuerdos le volvían de a uno a uno, poco a poco, hasta que la sonrisa de su rostro no se pudo ocultar. Un inesperado abrazo la cogió de sorpresa para luego ahogarla en un beso largo, tierno y profundo mientras la revolcaba en una cama que a cada momento, se le hacia más familiar. De pronto la risa los envolvió, la miro a los ojos y se quedaron pegados unos minutos; como muestra de que todo estaba en orden. Sus ojos y sus miradas encajaban a la perfección. El admiraba sus ojos y ella vivía encantada mirando su alma reflejada en sus pupilas.

Estaba anocheciendo, una tarde de un verano que no se agota, en una isla llamada Bonaire, donde vivían en una pequeña casa blanca de dos pisos frente al mar, en una habitación donde solían reposar después de almuerzo, después de unos interminables encuentros de pasión, esperando despertar para ver el ocaso. Siempre juntos, en una cama bautizada hace años, impregnada de un aroma a playa, a coco, a limón. Hay días en que no se termina de creer que vivir aquí, con ella, sea real, que sea tan real como un sueño, por lo que dejó encargado literalmente la siguiente nota: “Por favor, no me dejen despertar”.

  4Comments

  1. maría   •  

    Así quisiera despertar todos los días.
    Sin embargo me qudó una duda…
    …….El aroma a café venía junto a ella, una taza de figuras que no podía distinguirestaba en una de sus manos HECHANDO UN POCO DE HUMO?…

    • claudiologia   •  

      Gracias Maria, es un rico despertar… y si, ella entraba con una taza de café (una taza grande, de figuras que por la oscuridad no distinguía) en una de sus manos, echando/emitiendo humo, por lo caliente, seguramente recién preparado…

  2. ARELY CALDERON   •  

    Wow Claudio, simplemente soñado tu relato, tienes una forma de llevarlo a uno al escenario que describes, dulce y apasionado, me encanta. Hey quiero encontrarme uno como tu por estos lados jejejej un abrazo.

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