Super Héroe – Cuento

Había una vez (y mentira no es) un hombre llamado Peter Parker que era Spiderman, otro que se llamaba Bruce Wayne que era Batman, otro llamado Clark Ken que era  Superman, yo me llamo Enrique Ludeña y soy Súper Huevón. Mi poder no radica en tener unos huevos enormes o radioactivos que tienen alguna clase de poder (aunque no sería una mala idea, pero no), mi poder radica en mi capacidad innata de ir más lento que el mundo y por consecuencia de cuando en cuando cagarla y ser visto como un huevón. No la cago tanto, es esporádico a decir verdad, no pretendo tener muchos poderes ni opacar a Súper Cagon, (ese si la apara cagando) y… bueno, eso es tema de otro cuento.

De niño solía leer historietas de mis súper héroes favoritos, miraba en televisión las primeras y arcaicas caricaturas de estos súper héroes, hasta había series en televisión de ellos, como Batman, muy entretenidas, ayudaban a volar la imaginación. ¡¿Quién no ha soñado alguna vez con tener algún súper poder?! Poder volar, saltar edificios, tener vista de rayos X o una súper fuerza.

En el colegio empecé llenando las últimas hojas de mis cuadernos con dibujos de súper héroes, con caricaturas de ellos logrando alguna hazaña o simplemente volando, colgándose de edificios o manejando sus extraños e ingeniosos aparatos para combatir a los villanos. Con el tiempo usaba las esquinas de cualquier hoja, servilletas y todo lugar donde pudiera dibujar algo de ellos.

Hace unos días, caminado por el centro de la ciudad me tope con uno de los compañeros de colegio.

– Oh por dios – dijo parando en seco su caminar frente a mi, abriendo un poco los brazos agregó – ¡¡si es Enrique Ludeña!!.

– Si – le dije medio trabado, sin terminar de reconocerlo.

– Soy yo, Juan Carlos – me dijo señalándose el mismo, impecable dentro de un traje de marca y una corbata azul brillante – ¿Cuántos años que no te veo?

Desde el colegio supongo – hice un calculo rápido en mi mente – van a ser 20 años que salimos.

– ¡Sí! Mírate – me contestó mientras me examinaba de pies a cabeza, como tratando de identificar mis gastadas zapatillas converse, mi Jean roto y mi camiseta de linterna verde para luego agregar – sigues igual de huevón ¿no?

 

Ese día, camino a casa no podía dejar de pensar en lo que dijo, no bien llegué a casa entre al baño, prendí las luces y me apoye en el lava manos, dejé el agua corriendo mientras me miré en el espejo, tratando de descifrar si ese reflejo, si ese rostro, de alguna forma representaba lo que era…

Tengo más de treinta y cinco años, trabajo de caricaturista en un diario local, eventualmente hago trabajo de diseño para varias empresas, vivo en un departamento junto con mi esposa y mi pequeña hija. No tengo un carro de lujo, de hecho no me gusta manejar, no tengo gusto refinados, no voy a elegantes restaurantes, no bebo caras y exclusivas bebidas alcohólicas, tampoco tengo un alto puesto en una multinacional, ni una maestría, ni un doctorado, ni un PHD, MBA, DBA, LIC ni ninguna otra abreviatura que se pronuncie con tono altruista. Me sigo viendo en el espejo y reconozco en él a aquel muchacho que solía ser, parece que el tiempo no pasara por mí, la gente me dice que he hecho un pacto con el diablo, que parece que no envejeciera. Toco mis mejillas, mi frente y no tengo arrugas, conservo mi cabello largo y alborotado, dejo de verme, miro el agua correr por el lava manos y pienso en sus palabras: “igual de huevón”. Vaya, quizá sí, siempre lo he sido, me he convertido en el tiempo en un súper huevón. Y una parte de mi quisiera tener la aceptación de ese grupo de personas, de tener un elegante auto para llegar a una reunión de grupo y hablar de mi ultimo viaje a Paris, o las acciones en bolsa que compré, de la inauguración del restaurante cinco tenedores al que fui o del nuevo título que acabo de agregar a un ostentoso curriculum…

– Papi, ¿jugamos a las escondidas? – me dijo mi hija tras la puerta arrancándome de mis pensamientos a mi realidad

– Hola preciosa – le dije mientras abría la puerta – ¿Cómo sabias que era yo?

– Por que siempre vienes en algún rato de la mañana – me dijo sonriente mientras de un salto se amarraba de mi cuello mientras me agachaba.

Sí, soy Súper Huevón, me encanta mi título, prefiero mil veces poder compartir con mi hija en las mañanas o en las tardes pues mi trabajo me permite esa flexibilidad, acompañarla al nido de ida y esperarla para almorzar de regreso, contarle un cuento en las noches y ver televisión echado en el sillón de la sala junto a mi esposa. Prefiero sin duda alguna, esto a desvelarme con trabajo, a envejecer en una oficina, a llegar cansado por la noche sin ver a mi hija y no poder imaginar un cuento para contarle porque tengo la cabeza llena de números, de letras, de problemas, de stress, prefiero salir de fin de semana cerca de aquí o a donde sea con tal de estar con quienes amo, como también prefiero llevar este traje de súper héroe que dice quien soy, una persona que sabe que viste suelto, libre sin un traje o corbata que sea sinónimo de una trampa burocrática. Deseo de corazón seguir siendo Súper Huevon y me reconozcan así mientras pueda seguir divirtiendo a la gente con mi tira cómica, escribiendo, dibujando y creando para quienes amo, viviendo en mi guarida secreta con mis súper compañeros de vida, y que mi nena pueda seguir diciéndome súper papá.

 

  3Comments

  1. Miguel Angel Vásquez Rodríguez   •  

    Pero que bonito cuento!!! Claro que es tu estilo, pero la forma de abordarlo ha sido muy creativa e innovadora. Buenas dosis de sentido del humor. Muy bien escrito, el sarcasmo bien puesto y dosificado. Me ha gustado mucho Claudio. Está muy bonito. Felicitaciones!!!!!

  2. Edwar   •  

    bueno… muy bueno.

  3. Jhonatan   •  

    Y en esta etapa de nuestra vida respondamonos ¿Quienes somos? y ¿Quienes queremos ser? talvez un super heroe de esta categoria.

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