Huida – Cuento

¿Realmente de quién huía? ¿De ella? ¿De lo que representaba ella? ¿De todos, menos de ella? Mientras sucedía esta huida, el solo pensar en ella le aceleraba el corazón, a veces no sólo lo aceleraba, sentía una especie de punzada, un dolor distinto, difícil de describir, ¿sería una buena o mala corazonada?

–  ¿El amor a primera vista existe? – preguntó ella risueña, con brillo en los ojos, sentada en el filo del sillón, como saben sentarse las personas en total atención.

–   Sí, sí, claro que sí – contestó él con firmeza, mientras le tomaba ambas manos.

Lo cierto es que una parte de ellos estaba cansada de eso, del hoy, de la separación. Que de alguna u otra forma estaban esperando que se alineen las cosas y que el universo los vuelva a poner en la misma senda, juntos, preparados para lo que les venía, era como si supieran que deberían estar juntos pero cuando se acercaban respondían como imanes mal cargados, se repelían… ¿y si ya tuvieron la oportunidad de alinearse? Quizá no lo vieron por estar en esta incomprendida huida.

Ella empezó a creer con el tiempo que uno no es capaz siquiera de conocerse a sí mismo, y tiene miedo que las cosas cambien, que lo que construya no tenga un valor más adelante. Él cree que lo que realmente puede cambiar es ella y que ese cambio lo proyecta en otros, o en él.

Él siempre pedía seguridad, poder confiar en otra persona pase lo que pase, que pueda contar con que estén juntos en el mismo bote y nadie renunciaría hasta alcanzar sus metas. Ella no sabía como hacerle entender que la seguridad se consigue con acciones y no en las palabras.

Ellos no han comulgado nuevamente desde aquella primera vez en que se encontraron. El mundo te va vendiendo desde niño la idea de que existe un cuento de hadas para cada uno, que los príncipes y castillos existen y que tarde o temprano podrías merecer ese destino, pues el amor lo puede todo. El mundo se encargará también en que mientras crezcas ese idealismo se reemplace por “madurez”, por alta moda, por realismo, por necesidades básicas, pues el amor no da de comer (entre otras cosas). El mundo entonces formará a tu divinidad y tu personalidad.

Cuando se conocieron fue amor instantáneo, todo calzaba a la perfección, sin presión ni reglas, compartían ideas o sentimientos con una impresionante claridad, hasta que una voz anunció “que todo era demasiado bueno para ser verdad”, era la personalidad de cada uno, que al ver que estaba perdiendo terreno por la marcha triunfante de su alter ego, la divinidad, necesita hacer sus mejores jugadas.

El sabia que era más fácil ensuciar una pared blanca, pues la mancha sería más notoria, ella creía que así se manchara podrían pintarla nuevamente. Su divinidad protegería esa pared mientras su personalidad les convencía de que “ya estaba manchada y se pinto de blanco”.

La primera vez que se dieron un beso, conocieron lo que algunos llaman magia, fue postergado por su inocencia durante semanas y para cuando llego fue para re confirmar un ciclo de sentimientos. La última vez que se besaron (luego de un tiempo de separados) ambos seguramente esperaron volver a sentir esa chispa, esa magia, esa certeza, o la esperanza de que aun existía el camino del cual se habían extraviado.

–  ¿Quién los separo? – le pregunto a él su mejor amigo.

–  El destino – dijo sin mirarlo, mientras pensaba en sus “personalidades”

– ¿Realmente crees eso? – replicó el amigo calmo luego de unos segundos de silencio.

–  No…

–  ¿entonces? – volvió a la carga – ¿Quién fue?

–  Nuestra estupidez.

Él pensó que ella necesitaba espacio, que no podría ayudarle y necesitaba estar sola para algunas cosas. Ella pensó que él deseaba su soledad, que no estaba ayudándolo en sus problemas y en que ella necesitaba de su compañía. Finalmente tras la fachada de estos personajes, la guerra oculta de sus divinidades y personalidades estaba dando su primer resultado, la personalidad había ganado.

Quien sabe cuanto tiempo pasaría, y cuantas cosas pasaron en el proceso, lo cierto es que los motivos por los cuales se separaron, probablemente eran reales, pero no fueron solucionados, por el contrario, la personalidad se dedicó a crear un nuevo camino, distante, equidistantemente distante del original, de aquel dónde dejó mal herido a su alter ego, a su divinidad, y ahora, al voltear hacia atrás no logran ver otra cosa que una vaga imagen distorsionada, una luz opaca de lo que fue la fuente de un arco iris.

¿De que huía entonces? ¿De ella?, ¿de él mismo? ¿De un arco iris moribundo? ¿Tenía tanto miedo como ella de regresar y volver a perder? ¿O regresar y no volver a encontrarla?

“Es más fácil comenzar desde cero” “busca a otra persona” “ya te dejó una vez, lo volverá a hacer” “no está a tu altura” “no cumplirá tus sueños” “el amor dura tres meses” “no la llames” “no le contestes”…

Esas eran, son y serán las voces que estarán allí siempre que las necesiten para justificar por qué dejaron de hacer las cosas, porque este es el camino correcto, y porque no volver a mirar hacia atrás. La pregunta real debería ser ¿Dónde están las voces que eran, son y serán las que alentaron al principio?

 

 

 

 

  2Comments

  1. Miguel Vásquez   •  

    He tenido que leerlo varias veces, por eso no te lo comenté antes. Muy profundo Clau, me gustó la profundidad, tal vez pueda parecer pesado al principio, pero no es un texto ligero, tiene una sentida profundidad como te digo y un mensaje contundente. Conicido contigo en el tema de las justificaciones, pasa a menudo, más a menudo de lo que quisieramos. Buen trabajo primo! Un fuerte abrazo!!!!!

  2. Arely Calderón   •  

    Auch Morgan me dolió hasta a mi, lo mejor que he leido de ti hasta ahora. Felicidades!!!!!!

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