La Limpia Vidrios – 10ma parte

“La naturaleza humana es buena y la maldad es esencialmente antinatural”. – Confucio

 

Ella fue la última que conocí, y aunque suena extraño, a la que mejor conocí. Le decían la limpia vidrios, nunca pensé que ella era parte del directorio hasta aquella noche en que conversamos. Su nombre es Diana, siempre fue parte del grupo, pero con el tiempo fue relegada, su presencia no era grata, pero por temas burocráticos sí obligatoria, le exigieron participar de las reuniones y de los eventos de forma presencial.

 

– ¿Pero por qué no estabas sentada con las demás? – pregunté intrigado

– Llegó un punto en que mi presencia les era desagradable, le diré que a mí tampoco me gusta la idea de estar sentada ahí con todas esas – me dijo con un tono de voz que buscaban imitar la altanería – decidimos pues que me dedique a limpiar mientras ellas discutían.

– Diana, no llego a entender, ¿tu opinión no es necesaria, o visto bueno al menos para que se apruebe algo en el directorio?

– ¡Sí, claro! – Exclamó con ironía – para lo que me interesa lo que hacen estas idiotas, cuando piden mi opinión yo muevo el brazo en señal de aprobación.

 

Diana en determinado momento fue separada del grupo, porque ella es del tipo de persona llena de carencias, que se deja afligir y cae rápidamente derrotada ante el más mínimo problema, desde pequeña fue así, y hoy, ya entrada a la adultez ni siquiera hace el intento de emprender, le es más fácil ver el lado negativo a las cosas, de encontrarle el “pero” perfecto para no hacer algo y cuando se hace, esperar a que fracase para vanagloriarse.

 

–  No soy negativa, soy realista – me dijo concluyente y muy segura de sí.

–  El mundo no es tan complicado… – intentaba persuadirla de la situación – existen personas buenas, intenciones buenas, cosas buenas…

–  ¡¡Ay por favor!! – me interrumpió – ¿Acaso usted cree que allá afuera no hay otros como yo? Al contrario, allá afuera todos son como yo, la diferencia es que todos son hipócritas.

–  ¿Me estás diciendo hipócrita? – le dije, sin pensar bien en realidad que no es el tipo de pregunta que ella sabría manejar.

–   Mire señor, con el respeto que se merece – contestó calmada – vamos a ser claros, usted no me cae y yo tampoco le caigo a usted, entonces porque no evitamos esta farsa pues.

 

Me causaba mucha curiosidad cómo era Diana, por un lado siempre me trataba de usted, de señor, denotando respeto, pero yo sabía que a mis espaldas decía cualquier cosa de mi, igual era con sus hermanas, las podía tratar de reinas, despectivamente de “ellas”, a veces de idiotas, o de hermanitas, cada una según el momento y lugar, con una exquisita (casi perfecta) forma de manipular que le dio un toque propio a Diana.

 

Yo estoy seguro que no solamente movía el brazo para dar una señal de aprobación ni tampoco estaba únicamente limpiando los vidrios, también estaba tejiendo una trampa en cada situación, siendo parte de ese entorno mimetizada en sus labores, pero siempre presente, atenta, con una capacidad propia de una mujer inteligente, lástima que usara este don para tan poco.

 

– ¿Realmente usted cree todo de ellas? – me preguntó refiriéndose a sus hermanas.

– Sí, claro que sí…

– ¿En serio? pobre señor – sonreía altaneramente – ¿realmente cree que todos los acuerdos “ejecutivos” que logró eran para beneficio de ambos? ¿Realmente siente que esa niña estaba allí para engreírlo? ¿Qué tremenda puta solo buscaba placer y no beneficios colaterales? ¿Qué la cocinera siempre lo hacía con “amor” y nunca con ese desespero irritante de querer dejar de servirle a alguien que no quiere? ¿Qué su inteligente y literata amiga cree que usted está a su altura? O ¿acaso le creyó siempre a esa “Diva”? no sea haga tonto, ¿realmente creía que se arreglaba solo para usted? – terminó la frase señalándome con la palma abierta, con un gesto corporal que no se cómo describir si no como “cagón”.

 

El último día que hable con ella, me di cuenta que tenía una personalidad trastornada, de alguna forma era perversa, malvada y antisocial, era evidente que ella no era consciente de esto ni que tenía un ego colosal. Aunque intuyo que era consciente de que sus aportes no fueron en ningún caso positivos, solo nulos, que no había crecido en ningún aspecto de su ser, diría yo más bien que decreció con el paso de los años.

 

Sus hermanas no se dieron cuenta de que esto se estaba volviendo un problema, hicieron como muchos hacen ante estos casos: ignorarlo.

 

Y es que Diana es la parte de nosotros que no queremos reconocer.

 

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